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La competencia de Rusia con la capacidad económica occidental

Tras la invasión rusa contra Ucrania, Moscú se vio inmersa en un conflicto paralelo; más concretamente, comenzó la competencia por la resistencia económica y política frente a Occidente. El presidente ruso, Vladimir Putin, preparó a Rusia para sanciones como las impuestas tras la anexión de Crimea en 2014. Sin embargo, la austeridad de las medidas occidentales superó con creces las expectativas. Esto destruyó la economía rusa y aisló a los ciudadanos de los viajes; también sufrió el aislamiento de gigantes como Apple y McDonald’s.

Ambas partes se enfrentan ahora a una prueba de su capacidad para mantener el apoyo interno, cuyos costes serán asumidos por los ciudadanos de a pie. Más que una batalla de voluntades, pone a prueba dos sistemas opuestos. La Rusia de Putin, que se unió en torno al extremismo nacionalista en 2014, se basa en la propaganda y la represión. Los líderes occidentales recurren cada vez más a los ideales liberales de las normas internacionales y el bienestar colectivo que han estado en declive a nivel mundial.

Cabe destacar que el balance económico es muy favorable a Occidente. Según el estudio, una guerra comercial en toda regla limitaría el producto interior bruto de los países occidentales en un 0.17%; sin embargo, Rusia sería devastada en un 9.7%. Los líderes occidentales deben mantener la unidad en más de 20 democracias facciosas. Además, convencer a los ciudadanos, desde Canadá hasta Bulgaria, de que la fuerte subida de los precios de la energía merece el sacrificio.

Desafíos y Riesgos

Según el director de investigación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, las grietas políticas se abrirán inevitablemente en Occidente. Al mismo tiempo, Putin debe mantener el control tanto de la sociedad rusa como de la red de agentes de poder político que le apoyan. Si se pierde la tolerancia hacia los crecientes daños de la guerra antes que en Occidente, el conflicto y su poder podrían verse amenzados. Es imposible predecir el resultado preliminar; aunque varios indicadores económicos y señales políticas lo insinúan.

El arma secreta de los países occidentales es casi tan importante como su ventaja económica, quizá el repentino deseo de sus ciudadanos de una acción concertada y unida. En las encuestas, los europeos de todo el continente expresan el imperativo moral de castigar la invasión rusa. Rusia representa ahora una amenaza directa para los países. En polémicas pasadas, los líderes europeos solían oponerse a la voluntad de sus electores de enfrentarse a Moscú, creyendo que era un mal necesario. Ahora esos líderes ven que el número de opositores a Rusia aumenta.

Rusia y Putin

Las empresas rusas están en crisis. Esto debería golpear duramente a Europa. Alemania importa más de la mitad de su gas de Rusia, al igual que Austria. Algunos países de Europa del Este dependen casi al 100% del gas ruso. Europa occidental obtiene la mayor parte de su gas de Noruega y Argelia. Los combustibles fósiles serán más escasos y, por tanto, más caros en todo el mundo. Algunas facturas energéticas alemanas ya aumentarán en dos tercios este año.

Los gobiernos europeos están aplicando subvenciones energéticas por valor de 15,500 millones de euros para aliviar la carga. Si los países europeos no reciclan radicalmente sus infraestructuras de importación de gas; o no consiguen la transición más rápida a las energías renovables, pueden quedarse sin combustible el próximo invierno.

Un choque económico puede ir más allá de los costes de calefacción. Varias industrias europeas ya están ralentizando su producción debido al aumento de la energía. Rusia también exporta una gran parte del cobre y otros materiales industriales del mundo.

Europa ya espera un aumento significativo de la llegada de refugiados este verano. Los líderes occidentales son muy sensibles a la respuesta antiinmigración. Según los expertos, Putin pertenece a un club específico de autoritarios, para quienes el apoyo popular es una preocupación secundaria. Por el contrario, este tipo de líderes se hace con el poder gracias al apoyo de las élites políticas.

Las encuestas realizadas a las élites políticas rusas en 2020 mostraron que la mayoría apoyaba al Sr. Putin precisamente por los logros que ahora están en peligro: estabilizar el país y ganarse el respeto en el extranjero. Las sanciones podrían perjudicar a Putin junto con la élite, limitando su capacidad de distribuir el botín que esperan a cambio del apoyo. Puede haber malestar público si se agrava lo suficiente.

Conclusión

La amenaza no son sólo las protestas contra la guerra, que se asocian principalmente a los segmentos de la sociedad que ya son escépticos del Sr. Putin. La puesta en marcha de los bancos podría conducir a una sensación de crisis nacional que incluso superaría la mentira sanguinaria de los medios de comunicación estatales. Según los expertos, el desacuerdo europeo es inevitable a medida que aumentan los impuestos. Algunos creen que Putin puede superar su crisis autoinfligida; sin embargo, otros piensan que las presiones externas, combinadas con el malestar interno, podrían provocar la caída de Putin a largo plazo.

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